SUEÑOS PARA LA AMAZONÍA
Capítulo 1: Un sueño social ante el clamor de la tierra y el grito de los pobres
“Sueño con una Amazonía que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida”
(Querida Amazonía, n. 7)
El Papa Francisco ha confirmado, una vez más, “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado” (LS, 16). Frente a una única crisis social y ambiental, como la que viene experimentando la región de Amazonía, cada vez es más evidente que “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS, 49).
Ante la voraz depredación de quienes se han apropiado de los bienes de la tierra, incluso del agua, en la Amazonía, por medio de mega-proyectos mortíferos, tales como empresas hidroeléctricas de energía, industrias extractivistas de petróleo y minerales, monocultivos, construcción de carreteras, hidrovías y ferrocarriles, entre otros, el sueño del Papa Francisco es un eco del grito del hermano que resuena a lo largo de la historia de la humanidad: “sueño con una Amazonía que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida”.
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Capítulo 2: Un sueño cultural, por la conversión cultural
“Sueño con una Amazonía que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana”
(Querida Amazonía, n. 7)
La diversidad cultural de los pueblos de la Amazonía apunta a la posibilidad de una convivencia fraterna fundamentada en la reciprocidad, en la solidaridad, en un sentido de comunidad, de igualdad de derechos y de participación, reconociendo que “todo está interconectado en esta casa común“. Apunta también a una Iglesia inculturada que asume la defensa de la vida, de la comunidad, de la tierra y de los derechos de su gente, en una actitud permanente de escucha y contemplación que orienta nuestra misión y nuestra acción socio-transformadora.
La Exhortación “Querida Amazonía” considera que la inculturación y la interculturalidad son instrumentos importantes para lograr la conversión cultural. En esta perspectiva, la Iglesia se compromete a ser un aliado de las poblaciones indígenas, a denunciar los ataques contra sus vidas, los proyectos de desarrollo depredadores etnocidas y ecocidas, y la criminalización de los movimientos sociales y sus líderes.
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Capítulo 3: Un sueño ecológico, con esperanza de conversión ecológica
“Sueño con una Amazonía que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas”
(Querida Amazonía, n. 7)
En la encíclica Laudato Si’, el Papa Francisco difundió la idea de una perspectiva ecológica amplia, una “ecología integral”, que nos recuerda el vínculo estrecho que existe entre todas las dimensiones y expresiones de la vida y el espacio geográfico en el que ella de despliega, reconociendo y legitimando la diversidad. Es en la Amazonía donde el concepto de ecología integral nos desafía a tomar acciones urgentes frente a los problemas ambientales que pesan, sobre todo, en las poblaciones indígenas.
Una conversión ecológica a una vida más sobria es indispensable, lo que ciertamente implicará cambios en la mentalidad, el estilo de vida y los modos de producción y consumo, teniendo en cuenta los intereses individuales y colectivos que rodean la apropiación de los bienes de la tierra.
Los caminos apuntan a un modelo de desarrollo integral humano más justo y solidario que respete la diversidad del ambiente y de los pueblos que habitan una geografía.
La exhortación apostólica del Papa Francisco, “Querida Amazonía”, da un nuevo impulso a una Iglesia en salida y generosa, que aprende junto a las sociedades el camino hacia una verdadera conversión integral, comprometida a relacionarse armoniosamente con la Casa Común.
“Si el cuidado de las personas y el cuidado de los ecosistemas son inseparables, esto se vuelve particularmente significativo allí donde «la selva no es un recurso para explotar, es un ser, o varios seres con quienes relacionarse» (Querida Amazonía, 42).
“En la Amazonia el agua es la reina, los ríos y arroyos son como venas, y toda forma de vida está determinada por ella”, Querida Amazonía 43).
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Capítulo 4: Un sueño eclesial, pasar de ser una Iglesia de visita a una Iglesia de presencia.
“Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonía, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos”
(Querida Amazonía, n. 7)
En el Documento Final del Sínodo de la Amazonía, reafirmamos que la misión no es algo optativo, sino algo propio de la naturaleza eclesial, de todo el pueblo de Dios, más allá del ministerio que se ejerza, ordenado o laical. Para ello es urgente abrirnos a los dones carismáticos que el Espíritu Santo otorga a la Iglesia para que tenga vida y anuncie la Buena Noticia, inculturada en la realidad múltiple de la Amazonía, “para comprender desde dentro la sensibilidad y las culturas amazónicas” (Querida Amazonía, 86).
Por eso el Papa sostiene que “en las circunstancias específicas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal. Los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos…” (Querida Amazonía 89).
Debemos animarnos a ser Iglesia en salida, Pueblo de Dios, que asume integralmente la evangelización. Así,
“Una Iglesia con rostros amazónicos requiere la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad, que conozcan las lenguas, las culturas, la experiencia espiritual y el modo de vivir en comunidad de cada lugar, al mismo tiempo que dejan espacio a la multiplicidad de dones que el Espíritu Santo siembra en todos. Porque allí donde hay una necesidad peculiar, Él ya ha derramado carismas que permitan darle una respuesta. Ello supone en la Iglesia una capacidad para dar lugar a la audacia del Espíritu, para confiar y concretamente para permitir el desarrollo de una cultura eclesial propia, marcadamente laical. Los desafíos de la Amazonia exigen a la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia capilar que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos.” (Querida Amazonía, 94).
Por otra parte, no podemos ser Iglesia si nos quedamos encerrados en nuestras seguridades, en las sacristías, multiplicando la mentalidad clerical, meramente jerarcológica, sin entender la ministerialidad de los sacramentos. Es decir, no podemos ser Iglesia si no estamos dispuestos a llenarnos los pies de barro para llegar a los que muchos consideran personas desechables, o estar donde otros no quieren estar, y estar con quien nadie quiere estar.
En este marco ha de comprenderse la necesidad de vocaciones específicas al ministerio ordenado sacerdotal junto a otros ministerios. Por ello ante la acuciante necesidad de celebrar la Eucaristía en los lugares remotos de la Amazonia, el Papa exhorta a todos los Obispos a
“no sólo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia. Al mismo tiempo conviene revisar a fondo la estructura y el contenido tanto de la formación inicial como de la formación permanente de los presbíteros, para que adquieran las actitudes y capacidades que requiere el diálogo con las culturas amazónicas. Esta formación debe ser eminentemente pastoral y favorecer el desarrollo de la misericordia sacerdotal.” (Querida Amazonía 90).
En esta tónica, el Papa sostiene que:
“… la Eucaristía, como fuente y culmen, reclama el desarrollo de esa multiforme riqueza. Se necesitan sacerdotes, pero esto no excluye que ordinariamente los diáconos permanentes –que deberían ser muchos más en la Amazonia–, las religiosas y los mismos laicos asuman responsabilidades importantes para el crecimiento de las comunidades y que maduren en el ejercicio de esas funciones gracias a un acompañamiento adecuado. Entonces no se trata sólo de facilitar una mayor presencia de ministros ordenados que puedan celebrar la Eucaristía. Este sería un objetivo muy limitado si no intentamos también provocar una nueva vida en las comunidades. Necesitamos promover el encuentro con la Palabra y la maduración en la santidad a través de variados servicios laicales, que suponen un proceso de preparación –bíblica, doctrinal, espiritual y práctica– y diversos caminos de formación permanente.” (Querida Amazonía 92-93)
Finalmente, el camino de la evangelización en la Amazonía debe estar marcado, irrenunciablemente, por el diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural, por un caminar y luchar juntos. El sueño es alcanzar la comunión, que tiene que manifestarse en gestos concretos, teniendo la Palabra de Dios como punto de partida, buscando cada vez conocer lo diferente. Pues es en la diversidad donde podemos encontrar aquellos nuevos caminos que anhelamos y que hacen realidad el buen vivir de nuestros pueblos:
“En este contexto, los pueblos indígenas amazónicos expresan la auténtica calidad de vida como un “buen vivir” que implica una armonía personal, familiar, comunitaria y cósmica, y que se expresa en su modo comunitario de pensar la existencia, en la capacidad de encontrar gozo y plenitud en medio de una vida austera y sencilla, así como en el cuidado responsable de la naturaleza que preserva los recursos para las siguientes generaciones. Los pueblos aborígenes podrían ayudarnos a percibir lo que es una feliz sobriedad y en este sentido «tienen mucho que enseñarnos». Ellos saben ser felices con poco, disfrutan los pequeños dones de Dios sin acumular tantas cosas, no destruyen sin necesidad, cuidan los ecosistemas y reconocen que la tierra, al mismo tiempo que se ofrece para sostener su vida, como una fuente generosa, tiene un sentido materno que despierta respetuosa ternura. Todo eso debe ser valorado y recogido en la evangelización.” (Querida Amazonía 71)
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Puede descargar la Exhortación aquí