17 diciembre 2019

Lo que nos dejó la COP 25 de Madrid

  1. El acuerdo es calificado hoy por muchas voces como de mínimos. ¿Ha servido para algo esta COP25 o ha sido un trámite de cara a la COP de Glasgow?

No ha sido meramente un paso a la COP26 en Glasgow, pues justamente ha puesto de manifiesto una grieta todavía irreconciliable entre aquellos países que están a la vanguardia de las acciones climática, conformes a las metas del Acuerdo de París, y aquellos, los menos, pero muy contaminantes, que todavía pretenden retrasar cualquier ambición realista y concreta. La misma Presidencia de Chile reconoció que a pesar de haber sido la COP más prolongada de la historia, los acuerdos alcanzados “no fueron suficientes para abordar la urgencia de la crisis sobre el cambio climático”.

  1. ¿Qué claves destacarías del nuevo acuerdo? ¿Y qué puntos te hubiera gustado que hubieran sido más ambiciosos?

Queda todo por hacer todavía en lo que se llama el mercado de carbono. Y eso ha sido el punto más débil, porque retrasa cualquier Ambición para reducir las emisiones netas de dióxido de carbono a cero para el 2050. Las reglas de juego de este mercado se libran entre un espacio de oferta y demanda entre dos países para comercializar unidades de carbono, o en establecer un mercado regulado, con impuestos y puniciones impositivas, por un sistema de gobernanza centralizado, para todos los países, como se probó con éxito hace dos décadas, mediante el Protocolo de Montreal con el Agujero de Ozono. La mayoría de los países está de acuerdo en ir por este camino. Australia, país exportador de petróleo y alto emisor per cápita, ha querido que en el nuevo mercado se contabilicen aún los créditos pasados que tiene, provenientes del mercado de Montreal; y ha recibido un rotundo no por la mayoría de los países. Sin embargo, Estados Unidos, Brasil y Arabia Saudí han defendido la posición australiana, retrasando todo el avance de la discusión y relegándola para la próxima COP. Ha quedado relegado también el tema de cuánto y cómo se canalizarán los flujos financieros para las Pérdidas y Daños, encauzados a la mitigación y adaptación de los países más vulnerables. Hay negativa de los algunos de los países ricos en financiamientos a largo plazo, como ha pedido los más afectados. El documento final sólo insta a los países a ampliar el aporte, crear nuevas capacidades de financiación y un grupo de expertos que ayude a clarificar el camino. Muchos de ellos, China y la India, por ejemplo, dependen ya de estos financiamientos para poder acrecentar sus Ambiciones de cara al 2020. Lo más positivo en mi opinión ha sido el plan concreto presentado por la Unión Europea (lo que se denomina Ambición), exceptuando Polonia, en vistas a lograr una reducción de entre 50-55% en las emisiones de dióxido de carbono para el 2030, y la neutralidad para el 2050. El desafío que queda para Glasgow es enorme: que los países lleguen a Glasgow con planes concretos y se hagan responsables de aplicarlos. El documento apenas recuerda a que los países que el compromiso es de comunicar o actualizar los planes de Ambición para el 2020 según las metas del Acuerdo de París.

  1. ¿La Iglesia, a la luz de Laudato Si’, puede estar contenta con este nuevo acuerdo?

La COP25 no trató un nuevo acuerdo, sino que es un paso más en el período de revisión y discusión de las Ambiciones y de las estrategias globales (mercado de carbono, financiamiento para la mitigación y adaptación, etc.) a adoptar para que a partir del 2020 empiecen los países a ejecutar sus propios planes de acciones climáticas en vistas de lograr las metas de “descarbonización” y de calentamiento previstas en el Acuerdo de París. Creo que nunca hubiéramos tenido el Acuerdo de París del 2015 sin la movilización y presión por parte de las organizaciones de la sociedad civil presentes en la COP, especialmente en los últimos 15 años. En este sentido, también la Iglesia, junto con las numerosas ONG católicas que están acreditadas por la ONU, para formar parte de las COP como “observadores”, han contribuido esencialmente. No olvidemos que meses antes, en junio del 2015, el Papa Francisco había presentado la encíclica Laudato Si’, leída con gran expectativa por todo el mundo que trabaja en estos temas e, incluso, recibida con agradecimiento y entusiasmo por parte del Secretario General de la ONU en ese tiempo, Ban Ki-Moon, por llegar en un momento tan crucial de la humanidad. Yo me encontraba en la COP21 de París y puedo asegurarles que los efectos de la encíclica se hicieron sentir en la Cumbre del Clima de ese año. Creo que, de la misma manera, la Iglesia, junto a las organizaciones de sociedad civil, tendrá un rol importantísimo de presión y exigencia moral en la próxima COP26 de Glasgow, donde será clave que los países demuestren que sus acciones climáticas son leales a la “palabra empeñada” en el Acuerdo de París, y están a la altura de las circunstancias que la humanidad y la tierra reclama.

 

Fray Eduardo Agosta Scarel fue entrevistado por Rubén Cruz, de la revista católica española, VIDA NUEVA, el 15 de diciembre del 2019.

Un artículo está disponible en este sitio,

y en otro artículo impreso en VIDA NUEVA # 3157, 14-20 DICIEMBRE 2019; accesible en este sitio.

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